ACERCA DE LA CIENTIFICIDAD DEL PSICOANÁLISIS
Diciembre 2018
El psicoanálisis no es una cosmovisión
Hay quienes imaginan equivocadamente que el psicoanálisis es una filosofía o una cosmovisión. Tampoco es una hermenéutica, puesto que el sentido de su existencia es algo que ha de reelaborar el analizante. Es éste quien corrobora o no lo acertado de las interpretaciones del psicoanalista en cuanto a la verdad subjetiva a la que apuntan, y el psicoanalista sólo puede verificar a posteriori el resultado de estas en función del discurso del analizante y de sus efectos sobre las inhibiciones, los síntomas y la angustia o el estado depresivo del mismo.
Tampoco es un método catártico: la abreacción de las emociones, no cambia por sí misma la posición del sujeto. Esto sólo se consigue mediante la elaboración de sus conflictos.
El psicoanálisis es una práctica discursiva, que se ocupa de la relación del sujeto con su deseo inconsciente y sus diferentes formas de goce, es decir de aquello que está en el origen de sus síntomas.
Dicha praxis comporta un método -la asociación libre- y una serie de técnicas que varían en función del analizante: ya sea por su estructura clínica, por su edad, o por ambas cosas a la vez.
Freud inventó el método de la asociación libre, abandonando la hipnosis y cualquier tipo de sugestión, para que el sujeto pueda participar activa y conscientemente de la elaboración de sus conflictos.
El psicoanalista no pretende indicarle al sujeto cómo debe conducir su vida: no da consejos de ese estilo, y no propone ningún tipo de ideal.
Un psicoanálisis es un proceso de investigación entre el analizante y el analista, sobre la sobredeterminación inconsciente de los síntomas que hacen sufrir al sujeto; es decir, de las fantasías inconscientes que articulan su deseo y sus pulsiones.
La interpretación del analista apunta simplemente a develar la verdad subjetiva y singular del analizante en función de las contradicciones, los lapsus, los actos fallidos, los olvidos y los sueños. A partir de allí, es él quien ha de tomar sus decisiones.
La verdad de la que se ocupa el psicoanálisis
Hay que distinguir entre la verdad de la que se ocupan las ciencias experimentales, las ciencias formales como la lógica o las matemáticas, y el psicoanálisis.
Las ciencias experimentales, se ocupan de lo que se suele denominar verdad objetiva. Se trata de la adecuación de la idea a la cosa, tal como la han planteado las distintas teorías del conocimiento a lo largo de la historia de la filosofía, pero con el agregado fundamental de la experimentación, para verificar o refutar las conjeturas mediante métodos estadísticos o probabilísticos. En ese sentido, siguen la tradición del empirismo positivista.
Cabe destacar que Popper (1) sostenía que ninguna conjetura parte de la experiencia, sino que tiene su fuente en ideologías, ideas religiosas o mitos que luego acaban formulándose como hipótesis. Las ideas que inspiran a los científicos parten de sus propias fantasías.
Las ciencias formales, como la lógica o las matemáticas se ocupan de la verdad formal. Se interesan en la consistencia formal (la no contradicción) de sus deducciones o cálculos. No son experimentales, pero están en la base de las ciencias experimentales y son utilizadas por las no experimentales. Es obvio que no se puede reducir la cientificidad a las ciencias experimentales.
El psicoanálisis en cambio se ocupa de la verdad material (2), es decir, de aquella que puede surgir al hablar, al enunciar ciertos significantes en la cura analítica. De esa forma el sujeto descubre a través de sus contradicciones, lapsus, actos fallidos, olvidos y sueños la verdad de su deseo inconsciente, que muchas veces está en contradicción con sus pensamientos y deseos conscientes. El sujeto del que se ocupa el psicoanálisis está estructuralmente dividido: $, por su incorporación al lenguaje.
Las palabras, los significantes, son tan materiales como cualquier otro objeto, y lo inconsciente del que se ocupa el psicoanálisis está estructurado como un lenguaje.
La lingüística ha mostrado cómo las palabras se relacionan entre sí en función de su diferencia, y la significación depende de dicha articulación. El significado de nuestros pensamientos, de nuestras representaciones, es tributario de la articulación significante.
Cuando un sujeto habla de lo que le hace sufrir, de los acontecimientos traumáticos de su historia, aparecen ciertos significantes y afectos ligados a dichos traumas. Estos a su vez, han sido leídos e interpretados por él en función de sus fantasías y del goce pulsional que éstas articulan.
No toda ciencia es una ciencia experimental
Como he indicado al comienzo, el psicoanálisis es una práctica que hace posible que el sujeto pueda acceder a la verdad de su deseo, que como tal, es absolutamente singular.
Pero eso no le impide tener un carácter científico, aunque no sea una ciencia experimental. Un psicoanálisis es una experiencia, y por razones éticas obvias, el psicoanalista no experimenta con el analizante, no lo toma como un objeto de estudio sino como un sujeto, es decir, como un ser hablante responsable de su decir y de sus actos, al que invita a ser activo en su elaboración. Pero ello no es obstáculo para que los psicoanalistas puedan seriar sus resultados y establecer conjeturas para explicarlos.
El psicoanálisis se inscribe en el ámbito de las disciplinas racionales y materiales, y participa de lo que el físico y epistemólogo Gastón Bachelard, denominaba el “espíritu científico” (2).
(2) Gastón Bachelard, La formation de l’esprit scientifique, 1938, Librairie Philosophique J. Vrin.
Es decir, de ese interés por la investigación de las causas de los fenómenos que apunta a neutralizar los prejuicios ideológicos, verificando o refutando las propias conjeturas.
Scientia, al fin y al cabo, quiere decir saber, y hay muchas disciplinas racionales que no son experimentales, empezando, tal como he señalado, por la lógica y las matemáticas. Pero los economistas, los sociólogos, los historiadores, los arqueólogos o los antropólogos tampoco hacen experimentos con sus objetos de investigación, y sería absurdo negar a sus disciplinas el carácter de ciencias.
Cada una de ellas tiene su propia metodología (métodos comparativos -sincrónicos y/o diacrónicos- entre modelos económicos, sociedades y culturas diferentes) y recurren a documentos, restos arqueológicos o testimonios, para establecer conjeturas que se pueden verificar o refutar.
En cuanto al criterio de demarcación establecido por Popper -la falsabilidad de las conjeturas- para calificar de científica a una disciplina, cabe decir que Kuhn (3) indicó, que éste es más un ideal que la práctica cotidiana de las ciencias, puesto que los científicos ocupan la mayor parte de su tiempo tanto en verificar como en refutar total o parcialmente sus hipótesis, y en proponer otras alternativas.
Popper (4) no leyó toda la obra freudiana, y menos aún todo lo que han elaborado los psicoanalistas durante los últimos 80 años. Si lo hubiese hecho habría visto que Freud planteaba conjeturas que él mismo entendía como provisionales y a ser verificadas o refutadas por la experiencia.
De hecho, y por dar solo un ejemplo entre tantos otros, eso es lo que sucedió respecto de su primer modelo del aparato psíquico (Consciente, Preconsciente e Inconsciente, regulado por el principio de placer-displacer). Lo modificó más tarde, justamente en función de la compulsión a la repetición de los síntomas psíquicos, hecho que pudo comprobar a partir de su experiencia con las neurosis obsesivas, pero que pudo verificar también en otras estructuras y tipos clínicos.
La compulsión a la repetición de “algo” (el Ello / las pulsiones) que va más allá del principio del placer, es decir, de un sufrimiento que comporta goce, se puede comprobar en la clínica de cada día.
Un adicto (a las drogas, al alcohol, al tabaco, al juego) es consciente del daño que su adicción implica, y sin embargo hay “algo” de lo que es inconsciente, que le empuja a consumir. Hay muchas relaciones (familiares, sociales, laborales, de pareja, etc.) que son “tóxicas” tal como se dice popularmente, y a pesar de ello, los individuos permanecen durante años padeciendo dicha alienación.
Esto tiene consecuencias en cuanto a la dirección de la cura, porque indica que los sujetos no se desprenden fácilmente de sus síntomas hasta que encuentran/inventan un modo diferente de manejar el goce implicado en ellos: algo que requiere un proceso de duelo que lleva su tiempo.
Además, en muchas ocasiones, intentar forzar la cura de un síntoma –el furor sanandi del que Freud precavía a los psicoanalistas- puede generar un efecto adverso. O bien por el agravamiento del mismo síntoma, o bien por la aparición de un síntoma más grave –puesto que el conflicto subyacente aún no está resuelto-. Un ejemplo ciertamente extremo, es el de una persona que padecía anorexia y realizó un tratamiento exitoso a nivel sintomático, pero que luego se suicidó. En todo caso, cabe entender que un síntoma cumple una función, y que es el propio sujeto quien ha de elaborar la fantasía que lo origina para que devenga caduco.
Los psicoanalistas no han dejado de poner a prueba las conjeturas freudianas y las diferentes teorías que se han ido postulando más allá de Freud, en relación a los principales invariantes conceptuales: lo inconsciente, la repetición, el mito edípico, la castración, las pulsiones, el narcisismo o la transferencia. Como en todas las disciplinas científicas hay debates, y hoy en día estos conceptos se han afinado mucho más en función de la experiencia clínica. Suele suceder que quienes critican al psicoanálisis lo desconocen profundamente.
El saber del psicoanalista
La recomendación metodológica freudiana, respecto de la posición del psicoanalista cuando escucha, es la de mantener una atención flotante, correlativa de la asociación libre del analizante. Su saber conceptual o el adquirido por la experiencia han de ser puestos entre paréntesis, para escuchar la singularidad del decir del mismo: su verdad subjetiva.
Además de una posición imprescindible en la cura, esta recomendación comporta una ética equivalente a la de cualquier científico que se precie: la de estar dispuesto a tener en cuenta aquello que pueda contradecir las propias conjeturas.
Esto no quita que el psicoanalista ha de saber conducir la cura, y ello requiere una formación específica.
Pasa primordialmente por su propio psicoanálisis personal, por la supervisión de casos, y por los seminarios de formación teórico-clínica que ofrecen las asociaciones de psicoanálisis. Dicha formación es prolongada y permanente.
El psicoanálisis personal de un psicoanalista, además de resolver los conflictos psíquicos que son la causa de sus síntomas, tiene como objetivo despejar el deseo de curar del analista de su carga fantasmática, para que ésta no constituya un obstáculo contra-transferencial en los análisis que ha de conducir. Su propio psicoanálisis le permite adquirir al analista un saber que tiene valor de verdad: la su propia carencia de ser, debida al hecho de habitar el lenguaje.
La supervisión de casos es necesaria no sólo para el aprendizaje de las técnicas y los modos de dirigir la cura -manejo de la transferencia y de la intervención-, sino también para detectar el aspecto resistencial de su contra-transferencia.
Finalmente, es necesaria la asimilación de los conocimientos teórico-clínicos que sustentan la práctica, es decir, conocer cómo funcionan a nivel consciente e inconsciente las diferentes estructuras y tipos clínicos.
La clínica psicoanalítica
El psicoanálisis ha desarrollado una clínica específica, en parte basada en el saber psiquiátrico, pero explicando los fenómenos psíquicos, no a partir de determinismos biológicos y/o sociales -que también existen- sino en función de las fantasías de los sujetos, que están en el origen de sus síntomas.
Las fantasías -buena parte de ellas, inconscientes- no son puras imaginaciones: tienen una materialidad simbólica e imaginaria y producen efectos reales en cuanto a la sobredeterminación de la conducta, el carácter, la organización e imagen del yo, los síntomas, los afectos e incluso las actividades simbólicas y sublimatorias del sujeto. Conforman la manera en la que el sujeto estructura su deseo, y por lo tanto regulan su vida pulsional.
Este saber implica generalizaciones sobre las estructuras clínicas: neurosis, psicosis y perversiones, así como sobre los tipos clínicos (histeria, obsesión, fobia, fetichismo, masoquismo, sadismo, voyeurismo, exhibicionismo, esquizofrenia, paranoia, manía, melancolía) propios de dichas estructuras.
El psicoanálisis es eficaz a nivel terapéutico
Esta eficacia es efecto de la articulación entre los significantes (las palabras) y las pulsiones reprimidas -oral, sádico-anal, escópica (mirada) e invocante (voz)- que afectan al cuerpo que, como tal, es un cuerpo erógeno, libidinal.
Para el psicoanalista, lo que cuenta no es tanto la significación de los significantes sino la enunciación del analizante. No tanto lo que dice, sino cómo lo dice, es decir, la “música”. Por eso, Freud recomendaba que el analista debía mantener una atención flotante, para poder escuchar esa música, en lugar de preocuparse por comprender.
Cuando el analizante habla en las sesiones dirigiéndose a lo que el psicoanalista representa inconscientemente para él en la transferencia (los personajes de su novela familiar), su voz subsume a las otras pulsiones en su gramaticalidad activa o pasiva. Lo que importa es que sus palabras pueden ser devoradoras o escupidas, expulsivas o retenidas, para ad-mirar o ser ad-mirado, como un canto de sirena o como un insulto, etc. De esta forma, ponen en acto en la transferencia las fantasías que articulan su deseo inconsciente.
La eficacia de la interpretación está en que recae sobre la homología que existe entre la enunciación de los significantes y el cuerpo pulsional del sujeto. No se trata para nada de algo mágico, puesto que la magia por el contrario, se basa en la sugestión.
Hay diversas investigaciones que han demostrado que el psicoanálisis y las psicoterapias psicoanalíticas tienen una eficacia terapéutica. Remito al estudio de Jonathan Schedler (5) que tiene especial relevancia por citar diversos metaanálisis presentados por la Biblioteca Cochrane que es la referencia internacional en ese campo. Los resultados de dichos estudios revelan que las psicoterapias psicodinámicas son eficaces, y sobre todo que sus efectos sobre los síntomas, a más largo plazo, son duraderos.
No obstante, se ha de señalar que el final lógico de la cura va más allá de los resultados terapéuticos, puesto que consiste en que el analizante pueda desprenderse de aquello que ha transferido al analista en tanto vínculo patógeno de su infancia, lo que requiere hacer el duelo del mismo. De esa forma podrá reiniciar su vida como un nuevo sujeto.
El psicoanálisis y las neurociencias
Es interesante observar el respeto con que tratan la obra freudiana neurocientíficos como Kandel, Damasio o Edelman, que son referencia en ese campo. Le reprochan en cambio que no haya efectuado estudios empíricos para demostrar sus tesis. Freud hizo lo que pudo, e hizo mucho. Por lo demás los psicoanalistas han seguido reformulando sus ideas y hoy en día muchas de sus aportaciones de plantean de otra forma.
Lo que sí se ha podido comprobar, es la eficacia de la práctica analítica, tal como lo indican las investigaciones que acabo de mencionar.
Aunque existan diferencias en cuanto a la definición de lo inconsciente respecto de la definición psicoanalítica, lo que ninguno de los neurocientíficos discute ya, es que la mayor parte de nuestro funcionamiento subjetivo es inconsciente.
En Kandel (6) podemos leer lo siguiente: “Aunque recurrió a la asociación de ideas en su principio del “determinismo psíquico” -según el cual las asociaciones de la memoria están vinculadas causalmente a acontecimientos de la vida- su teoría de la mente era mucho más amplia que la de Pavlov y Thorndike. Freud entendía que hay mucho más en la psique humana, más allá de las asociaciones, más allá del aprendizaje de recompensas y castigos. El buscaba una psicología que incluyera las representaciones mentales -procesos cognitivos- que intervienen entre el estímulo y la respuesta: percepciones pensamientos, fantasías, sueños, ambiciones, conflictos, amor y odio.” (…) “Hoy, el objeto de la disciplina (la psicología cognitiva) se ha ampliado e incluye todos los aspectos de la conducta: el emocional y el social, además del basado en el conocimiento, y el inconsciente además del consciente.” (…) “A lo largo de las dos últimas décadas, gran número de estudios empíricos han empezado a verificar algunas de las ideas de Freud. Y han comprobado que ciertos rasgos psicológicos cognitivos en los que él empezó a fijarse, como los instintos eróticos y agresivos, son fundamentales para la supervivencia, y la evolución los ha seleccionado y conservado.” (7)
Kandel (8) prosigue más adelante: “¿Hasta qué punto es pertinente la visión de Freud para la nueva ciencia de la mente? El neuropsicoanalista Mark Solms ha abordado esta cuestión destacando un tema que es una piedra angular de este libro: la investigación moderna ha confirmado una y otra vez el concepto de los procesos mentales inconscientes. Además, y como decía Freud, tenemos razones para creer que no todos los procesos inconscientes son iguales. Algunos se pueden detectar conscientemente con facilidad centrando la atención en ellos (lo que Freud denominaba inconsciente preconsciente), y otros suelen estar fuera del alcance de la consciencia (el inconsciente dinámico o instintivo y el inconsciente procedimental). Para Freud, algunos procesos inconscientes, como el inconsciente dinámico se reprimen. Solms sostiene que ahora tenemos pruebas de ciertas formas de represión.”(…)“Según Solms, los estudios de correspondencia neurológica muestran cierta correlación con la concepción de Freud aunque sólo de una manera muy general. La información que llega de la región ventromedial de la corteza prefrontal estudiada por Damasio y que inhibe la amígdala de una manera selectiva se corresponde a grandes rasgos con la función del superyó. La región dorsolateral de la corteza prefrontal, que controla el pensamiento consciente de sí mismo, y la corteza sensorial posterior, que representa el mundo exterior, se corresponden a grandes rasgos con el yo. Así pues, en opinión de Solms el quid del modelo dinámico de Freud parece haber resistido bastante bien: los primitivos sistemas instintivos y emocionales son regulados e inhibidos por sistemas ejecutivos superiores de la corteza prefrontal.”
Por su parte, Gérard Pommier (9) señala que “las imaginería médica muestra que el cerebro opera una distinción entre la representación de cosas o de personas y la representación de palabras que las designan. La “representación de cosa” es la percepción investida por la pulsión. La “representación de palabra” resulta de la represión de cosa gracias a la palabra. La relación de lo consciente con lo inconsciente se encuentra definida de ese modo. El reparto interhemisférico corresponde a las necesidades de la represión, según las que las representaciones de cosas (a la derecha) son reprimidas por las representaciones de palabra (a la izquierda). La imagen es pulsional, lugar ideal de la representación narcisística incestuosa. Capitaliza las representaciones de cosas (que pueden tener otras fuentes pulsionales). La represión hace pasar la representación de cosa a la representación de palabra, la pulsión al significante.(…) La doble localización entre imagen y significante corresponde a la disposición derecha/izquierda.” (…) “La alucinación psicótica corresponde a un momento de levantamiento de la represión de la pulsión (toma efecto a la derecha). Entonces la pulsión retorna desde el exterior, es decir, desde el lugar primero de la demanda del Otro, bajo forma alucinatoria. Los momentos delirantes suceden a los fenómenos alucinatorios: sus construcciones verbales buscan racionalizarlos y compensarlos. Son legibles a la izquierda, como la palabra normal. La imagineria médica muestra que el delirio y las alucinaciones no corresponden a las mismas localizaciones.”
Esta obra de G. Pommier aborda también la función del lóbulo prefrontal como placa giratoria entre consciente e inconsciente, siendo que la reflexividad -necesaria a la consciencia- es la función principal del néocortex prefrontal y que la integración de las áreas lateralizadas (izquierda: palabra/derecha:pulsión) es facilitada por las áreas asociativas prefrontales. “Estas no están lateralizadas, y permiten la organización de comportamientos finalizados, en la afectividad y la estructuración temporal.” (…) “La neurofisiología ha mostrado en efecto que el cortex prefrontal es responsable de una transposición en espejo específica de los programas motores del hemisferio izquierdo, antes de su ejecución por el área motriz del hemisferio derecho”. La reflexividad es fundamental para la consciencia, puesto que “hay que darse cuenta de que uno piensa, para pensar conscientemente”(…) “Según Edelman (10), la consciencia comenzaría a partir de la consciencia de la consciencia”. No obstante, la diferencia entre la consciencia de los animales y la humana, es que nuestro sistema, es en realidad un sistema pulsión-percepción-consciencia, tal como señala Pommier. “No es la reflexividad en general lo que califica la consciencia humana, sino la reflexividad discursiva: el hecho de que una palabra se defina por otra palabra.” (…) ”Para que haya consciencia de la percepción, es necesaria una represión previa de la pulsión, y el pensamiento juega ese rol. Así, el pensamiento gramatical deviene la condición de la consciencia en el hombre.” (…) “Una de las tres características mayores de una frase bien formada es su reflexividad. En un enunciado cualquiera del tipo “esto es aquello” una ecuación une “esto” a “aquello”, definiendo la consciencia reflexiva de un objeto”.
Se establece así una relación biunívoca, y por ende no es necesaria una consciencia de la consciencia tal como piensa Edelman.
“Esta reflexividad condiciona por sí misma la consciencia, a título de característica mayor del pensamiento. Forma la resistencia a partir de la que la consciencia se separa de la inconsciencia (…) Aislando y ligando únicamente dos términos reflexivamente articulados, la consciencia reprime el resto. Dos términos se solidifican en la ecuación de una frase, mientras que, al mismo tiempo el semejante a la que se dirige la valide. La reflexividad de la frase se establece al mismo tiempo que la reflexividad del lazo con el semejante.” Por ejemplo, cuando una madre, un padre o un adulto cualquiera valida los dichos de los niños.
Estas consideraciones sobre la reflexividad en espejo son suficientemente elocuentes para los psicoanalistas, por su relación con el narcisismo. Como indica Pommier: “Así definida, la reflexividad propia al hombre es la de la palabra, correlativa del “estadio del espejo.” (11)
Estos desarrollos contradicen las críticas de Grünsbaun (12) respecto de la represión constitutiva del inconsciente dinámico, es decir, de aquel que tiene que ver con los conflictos del sujeto, entre su consciencia -que, ante todo es consciencia moral- y las pulsiones inconscientes.
Estimo que sería enriquecedor sostener un intercambio entre psicoanalistas y neurocientíficos para profundizar en los descubrimientos de unos y de otros.
Una lógica y una topología psicoanalíticas
Feyerabend (13) planteó que cada disciplina científica ha de adecuar sus métodos a su objeto de investigación y construir una lógica adecuada al mismo.
Jacques Lacan, citado más arriba, conocedor de la historia de la lógica y las matemáticas ha efectuado varias aportaciones en esta dirección, abriendo así un campo de investigación formal de aplicación de una lógica modifica-da y de la topología, tanto a la teoría como a la clínica psicoanalítica. Desde el comienzo de su obra, Lacan mostró que el cogito cartesiano que funda la razón,
pienso, luego soy
fue subvertido por lo que él denominó el cogito freudiano, que se puede escribir así:
pienso donde no soy, soy donde no pienso
Una analizante relató que había quedado para ir a una entrevista de trabajo que era muy importante para ella, pero que se durmió y no asistió a la misma. Era algo sintomático que le sucedía de modo repetitivo cada vez que le angustiaba enfrentar una responsabilidad.
Esa noche tuvo un sueño: se paseaba muy contenta por una sabana africana.
La interpretación del psicoanalista consistió simplemente en operar mediante el equívoco significante modificando la acentuación: en lugar se sabana, dijo sábana, lo que provocó la hilaridad de la analizante.
Lo que ella quería conscientemente, racionalmente, era asistir a esa entrevista. Sin embargo, su deseo inconsciente la retuvo entre las sábanas soñando con realizar algo que deseaba desde hacía tiempo.
En el sueño, ella se pensaba donde no era -no estaba en la sabana africana- sino que era/estaba entre las sábanas, donde no pensaba conscientemente porque estaba dormida. Además, en su acto fallido, tampoco estaba/era donde había pensado estar conscientemente (en la entrevista) sino inconsciente, entre las sábanas.
Este tipo de hechos forman parte de la cotidianidad de nuestra vida en tanto seres hablantes, y también de la clínica psicoanalítica. Por lo tanto, requieren una lógica y una topología diferentes de la lógica aristotélica, de la razón cartesiana y de la geometría euclidiana que rigen nuestro pensamiento consciente. Hoy en día, una serie de psicoanalistas continúan trabajando sobre estas formalizaciones. (14)
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(1) Karl R. Popper, Conjeturas y refutaciones, 1963, reedición 1972, Ed. Paidós.
(2) Jacques Lacan, La ciencia y la verdad, Escritos 2, 1966, Siglo XXI editores. Lacan era psiquiatra y psicoanalista.
(3)Thomas S. Kuhn, La structure des révolutions scientifiques, 1962, reed. 1970, Flammarion.
(4)Josep María Blasco, La falsabilidad del psicoanálisis. Freud, Popper y el sentido común, 12 de mayo de 2018. Adjunto este texto en el que el autor efectúa una excelente refutación de la crítica de Popper.
(5) Jonathan Schedler, La eficacia de la psicoterapia psicodinámica, 2010, American Psychologist. Traducción de María del Valle Laguna Barnes, 2014. Actual presidenta de la Sociedad Española de Psicoanálisis. El autor es investigador en la Facultad de Medicina de Denver, Universidad de Colorado.
(6) Eric Kandel, La era del inconsciente, 2012, pags. 83, 84 y 85, Ed. Paidós. Kandel, Premio Nobel de Medicina, es autor también de Principios de neurociencia, referencia en la materia.
(7) Los psicoanalistas hemos dejado atrás la idea de instinto, solo aplicable a los animales: el Trieb alemán de Freud ha sido traducido por drive en inglés (cercano a la dérive francesa), o pulsión en francés y español. En todo caso, se trata de un desvío de la zona y función orgánica en la que se apoya: la boca, el ano, la vista o el oído. Un desvío introducido por los significantes que articulan las demandas de los padres o cuidadores: “come”, “límpiate”, “sé ordenado”, “no agredas”, “mírame, no mires”, “escucha”, “cállate”, “habla”, “estudia”, etc., etc. Demandas a las que el niño suele responder muchas veces de forma negativa cuando son impuestas o intrusivas, como forma de preservar su propia existencia subjetiva, es decir, su deseo. En cuanto a la pulsión de vida y la pulsión de muerte, ambos son componentes de cada pulsión. Es el exceso de goce pulsional que va más allá del principio del placer lo que constituye el lado mortífero de la pulsión, puesto que identifica el cuerpo del sujeto al objeto del que la madre carece. Si está identificado a un objeto, el sujeto desaparece como tal.
(8) Kandel, op. cit. pags. 407 y 408.
(9) Gérard Pommier, Comment les neurosciences démontrent la psychanalyse, pags. 151, 152 153, y 258, 259, 260, 261, 262. 2004, Flamarion. Gérard Pommier es psiquiatra y psicoanalista.
(10) G. M. Edelman y Tononi, El universo de la consciencia: cómo la materia se convierte en imaginación. 2002. Edelman es biólogo, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1972. Tononi es catedrático de psiquiatría en la universidad de Wisconsin.
(11) Jacques Lacan, El estadio del espejo como formador de la función del Yo”. 1939. Escritos I. Siglo XXI ediciones. El Je francés se ha de traducir como sujeto y no como el Yo-instancia.
(12) Grünbaum, A. (1985)The Foundations of Psychoanalysis, University of California Press.
(13) Paul Feyerabend, Tratado contra el método, 1975, E. Tecnos. Paul Feyerabend era epistemólogo.
(14) Por citar solo algunos de ellos:
Jean-Michel Vappereau, Nudo. La teoría del nudo esbozada por J. Lacan, 1997. Ed. Kliné.
Fabián Schejtman, Sinthome. Ensayos de clínica nodal, 2015. Gramma ediciones.
Christian Fierens. La logique de l’inconscient, 1999. De Boeck Université.
Marcelo Edwards
Psicoanalista
Miembro de la Fundación Europea para el Psicoanálisis
Psicólogo COPC – nº 2525