Ambiguus Proteus. Valor, exceso y morfología

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Autor Fernando Miguel Pérez Herranz
Editor Eikasia
Encuadernación Tapa blanda
Extensión 808
Formato 170 x 240 mm
Idioma Castellano
ISBN 978-84-949929-9-5
Ambiguus proteus. Valor, Exceso y Morfología parte de la insuficiencia de los dos amplios proyectos de entender al ser humano en la tradición filosófica occidental: el hombre naturalizado ("El hombre es una máquina programada para preservar los genes egoístas") o el hombre culturizado-ilustrado ("El hombre no tiene naturaleza, sino historia"). Ambos programas fracasaron estrepitosamente a lo largo del siglo xx: dos guerras bárbaras entre naciones, las naciones más evolucionadas y/o civilizadas del mundo —Alemania, Francia e Inglaterra— llevaron a la muerte a millones de personas, arrasaron ciudades, campos, animales y plantas; guerras que culminaron con la Shoah, el exterminio de judíos, gitanos y homosexuales, por el hecho de practicar una religión, pertenecer a una comunidad o vivir de una determinada forma la sexualidad. Si la pregunta filosófica es, en última instancia, la de cómo habitar la Tierra con la cooperación de todos los hombres, y los programas aislados de Naturaleza y Cultura no tuvieron demasiado éxito —al menos, el éxito que pretendían y del que presumían— para comprender al ser humano, habrán de conjugarse de alguna manera, pues ambas, Naturaleza y Cultura, son los ejes de coordenadas en los que se distribuyen los seres humanos, tomados individual o colectivamente. La tesis de este ensayo es la de que las Ideas de Naturaleza y Cultura han de quedar trabadas por otra Idea que las vincule. Aquí se propone una Idea filosófica estructurada por tres parámetros, que se han desplegado a lo largo de los siglos xix y xx, y que funcionan de puente entre el naturalismo y el culturalismo. Son los que aparecen en el subtítulo del libro: valor, exceso y morfología. Forman una estructura local, no global, de tres dimensiones: el horizontal del valor, de la fuerza del trabajo y la comunicabilidad mercantil estudiada por Marx, simbolizada por el mythos de Prometeo; el vertical del exceso, estudiado por Husserl y prolongado por Sánchez Ortiz de Urbina, que desborda los caminos originarios de la intersubjetividad, simbolizada por la peripecia del señor K. en su ir y venir desde la aldea al castillo en la novela de Kafka El castillo; y la esfera de conexión, el cuerpo morfológico, que impone la escala racional-corpórea del fenómeno humano, simbolizada por un personaje poco previsible, pero de gran pregnancia: el licenciado Vidriera de la novela ejemplar del mismo título de Cervantes. ¿Qué Idea conectaría transversalmente estas tres dimensiones? La argumentación ha ido configurando ¡sorprendentemente! la Idea filosófica de ambigüedad, que, por su inestabilidad intrínseca, no se acoge a la necesidad lineal de la lógica, deductiva y algebraica, sino multidimensional, topológica. Nuestro ser ambiguo — homo ambiguus proteus—fue detectado por el mythos griego en la figura del dios Proteo, el dios marino que cambia su aspecto cuando quiere sustraerse a quienes lo interrogan por su futuro: Proteaque ambiguum señala Ovidio. La “cuestión del hombre” se desplaza de esta manera al arte (prudencial) de fijar esa ambigüedad real de la mejor manera posible en el orden de lo simbólico. He ahí el drama, el enigma, el abismo del hombre.
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